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EL TEATRO PIGNATELLI O EL SUEÑO DE UN TEATRO DE VERANO

 

Teatro Pignatelli copia

Con este título tan afortunado escribió Amparo Martínez Herra un artículo en la revista del S.I.P.A. "Aragón turístico y monumental", el año 1994 en el que decía que hablar de este teatro era referirse a uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad a finales del siglo XIX.

Durante el verano de 1877 Plácido Suárez Valdés y José de la Calle notificaron al Concejo su deseo de construir un teatro en los solares denominados como "manzana B", resultantes de la ordenación de unos terrenos situados al final del Paseo de Santa Engracia y urbanizados a raíz de la primera Exposición Aragonesa de 1868.

Éstos, que se corresponden con lo que hoy es el espacio entre la plaza de Santa Engracia y la calle de Juan Bruil y Oyarburu, donde se encuentran los edificios de Correos y Telefónica, habían sido adquiridos al Consistorio por un grupo de zaragozanos constituidos como empresa teatral, para levantar allí un edificio para la celebración de diversos espectáculos.

En un primer momento se produjeron algunas discusiones con el Ayuntamiento ya que se quiso evitar la construcción, junto al teatro, de unos porches que seguirían la línea de los hasta entonces edificados en el paseo y que rompería con la estética del coliseo. Finalmente el Concejo dio permiso a los propietarios para levantar el teatro sin porches, el arquitecto Félix Navarro decía "Nada más ajeno, que sus formas, para combinarse con las esbeltas y engalanadas propias de un teatro de verano".

El Ayuntamiento dio el permiso con el compromiso de que los porches se construyeran transcurridos unos años, como así sucedió. Se iniciaron las obras en el mes de febrero del año 1878 y, en las primeras excavaciones, encontraron vestigios arqueológicos de cierto interés. A lo largo de la primavera de aquel año fue alzándose ante los ojos de los zaragozanos la silueta del majestuoso y moderno coliseo que respondía bien al trabajo y a las ideas del citado arquitecto.

En su rápida construcción intervinieron numerosos talleres y artistas, la mayor parte de ellos de nuestra ciudad, entre ellos cabría destacar la labor de los Talleres de Fundición de D. Martín Rodón, de los que salieron todos los elementos metálicos que configuraron la estructura del teatro; el taller de la Vda. de García e Hijos, que se hizo cargo del trabajo de la yesería; Julio Albero, que ejerció como tramoyista; Mariano Pescador y Rudesindo Marín que se encargaron de los trabajos de escenografía, mientras que los aparatos de alumbrado fueron traídos desde la Casa Florense Hermanos de Barcelona.

Ultimado hasta el último detalle, la apertura tuvo lugar el 14 de agosto de 1878, víspera de la festividad de Nuestra Señora de la Asunción y la sesión inaugural se inició con la interpretación de la obertura de "Guillermo Tell", tras la cual salió al escenario Félix Navarro para dirigir unas palabras al público asistente y recibir los aplausos del mismo y a continuación intervino la Compañía dramática que encabezaban los ilustres actores don Rafael y Ricardo Calvo, que llevaban como primera actriz a Elisa Mendoza Tenorio, poniendo en escena el drama de Tamayo y Baus "Un drama nuevo", y la pieza cómica "Las Cuatro Esquinas" de Oina Dominguez.

Tras esta compañía, se presentó otra de Zarzuela dirigida por el maestro Cereceda, en la que nuestro paisano Berges, cantó maravillosamente la obra titulada "La Marsellesa" del maestro Caballero (el autor de "Gigantes y Cabezudos"). Cerró sus puertas esta temporada el 29 de octubre, puesto que era un teatro de verano, para volver a abrirlas en febrero de 1879, dando comienzo a la temporada de bailes, donde se pusieron de moda los bailes de niños, tradicionales en todos los carnavales de finales del siglo pasado.

El 1 de junio de 1882, comenzó el llamado teatro por sesiones, con una compañía de zarzuela cómica.

En las fiestas del Canfranc (1882) se dio una brillante función de gala, con ocasión de la llegada del rey Alfonso XIII, poniéndose en escena "La Mascota" , cuyo dúo de los pavos cantaron la Montañés y Ripoll.

La noche del 3 de julio de 1899 se estrenó en este teatro la zarzuela cómica en un acto y tres cuadros, en verso original de don Miguel Echegaray y Eizaguirre, con música del maestro don Manuel Fernández Caballero, titulada "Gigantes y Cabezudos", a cuyos autores la ciudad les rindió un homenaje, dedicándoles sus nombres al antiguo paseo del Ebro, por su proximidad al templo del Pilar, puente de Piedra y Mercado, lugares éstos que aparecen en los cuadros de la aplaudida zarzuela.

El famoso Coro de los Repatriados, de esta zarzuela, se lo sugirió a los autores un estanquero de la calle Don Alfonso I, llamado César Lapuente, personaje muy ligado a la vida anecdótica de la ciudad. Cierta noche el sosiego de la calle de Alfonso se vio perturbado por un gran bullicio, en el que dominaban las alegres notas de la jota aragonesa que, desde el templo del Pilar, subía hasta el Coso. Eran los repatriados de Cuba que acababan de pisar suelo zaragozano y caminaban muy alegres junto a sus madres y novias, esto fue presenciado por los autores de la zarzuela, acompañados por el famoso estanquero y, de este modo, nació el famoso coro.

La segunda reposición, a juicio de los críticos teatrales, fue mejor que la primera, por la Compañía de Bonifacio Pinedo, el 16 de agosto del mismo año. Los decorados fueron pintados por el zaragozano Gimeno Mateo.

Alternando con funciones de género diverso, dejaron oír sus voces artistas tan reconocidos como TamberliK y la Nevada, sin olvidar las interesantes campañas dramáticas a cargo de José González, que estrenó el "Cirano de Bergerac" de Edmon Rostand, el año 1900, o la compañía de María Guerrero, Fernando Díaz de Mendoza y otras de circo, magia y varietés.

En 1906 se estrenó la zarzuela de don Alberto Casañal con música del maestro Chapí: "Angelitos al cielo".

Además se reestrenó "La Verbena de la Paloma", haciendo el papel de Susana Luisa Campos y por allí pasaron, entre otros muchos, las tiples Lola y Carlota Millanes, Concha Cubas, Lucrecia Arana, Felisa Lázaro, Julia Segovia, hermanas Segura, los barítonos Casto Gascó y Ambrosio Ruste, muchos actores y las canzonetistas Olimpia D´Avigni, Raquel Meller y Paquita Escribano.

Se dieron interesantes conciertos por importantes agrupaciones musicales de nuestra ciudad, actuó Pablo Sarasate con escasa afluencia de público, bailes en carnaval muy concurridos y algunos mítines con repercusión en la vía pública y hasta discursos de Don Juan Vázquez de Mella y de nuestro paisano Joaquín Costa.

El teatro contaba con una sólida y por entonces novedosa estructura de hierro que configuraba la esencia del edificio, cuyos espacios se separaban y cerraban mediante ladrillo, yeso, madera y lona. Al exterior se presentaba como una construcción de fachada sobria, dentro de un eclecticismo severo de línea clasicista, que quedaba matizado en los laterales mediante las galerías abiertas, cubiertas por toldos y rodeadas de jardines, que continuaban el recorrido en planta de herradura de la sala, dejando de este modo adivinar y leer desde el exterior la estructura de su espacio interior, destinado a albergar a cerca de 2.000 espectadores.

La sala para el público tenía un amplio patio de butacas, dieciséis plateas, y un segundo piso con dieciocho palcos, que se convertían en entrada de anfiteatro en el tramo central del recorrido. El escenario, montado según los últimos adelantos de la época, era grande y permitía la celebración en el mismo de todo tipo de espectáculos.

Cerraba con un telón pintado por el escenógrafo S. Marín, en el que se representaba un doble cortinaje, rojo-carmesí y blanco, sobre el que se dibujaron bordados y realces. El elemento más sobresaliente de esta sala era la cubierta a dos vertientes en el exterior, formada por una combinación de armaduras mixtas de hierro y de madera; interiormente quedaba trazada como una gran estrella de doce puntas que se convertía en sus únicos apoyos, arrancando de finas columnas y entre cuyos ángulos se abrían doce ventanas.

Esta bóveda estaba cubierta por un papel azul adornado con estrellas doradas fabricadas en Alemania, alternando con otras de porcelana en colores rojo y oro. El conjunto de la sala estaba dotado con iluminación de gas y tenía una excelente visibilidad, aunque la acústica no era muy buena por los cortinajes que la adornaban y los vanos abiertos directamente al exterior.

Además estaba dotado de diversas estancias en torno a la sala, destinadas a servicios tales como los de vestíbulo de acceso y tesorería, contaba con un jardín trasero, en el que se construyó un pabellón independiente destinado a café-restaurante.

Las estructuras del teatro empezaron a resentirse con el paso de los años, a pesar de las reformas llevadas a cabo en el mismo. En torno al decenio de los noventa se cerró la galería exterior que comunicaba con el segundo piso en el que se situaban los palcos.

En 1897 los propietarios del Teatro de Pignatelli, Patricio Bellido y Bona, Enrique Zoppetti y el copropietario Emilio Navarro y Ochoteco se disponen a cumplimentar el acuerdo que tenían con el Ayuntamiento relativo a la construcción de unos porches, que encargaron al arquitecto Félix Navarro, en el solar de dicho teatro por la calle de la Independencia. Pidieron una prórroga porque Emilio Navarro estaba ausente de la Península por ejercer un destino en ultramar, pero finalmente se llevaron a cabo las obras de los dichosos porches en el año 1899.

En 1898 se instaló el alumbrado eléctrico y los primeros síntomas de su agonía se dieron ya en torno a 1903, cuando se derribó el café-restaurante y se cerró gran parte del jardín para construir un edificio de viviendas con fachadas a las calles de Independencia, Bruil y Ronda.

En 1903 pisó de nuevo el suelo del teatro el rey Alfonso XIII. Y en 1908 se cerró por la competencia que por estas fechas le hacía el Gran Casino del Exposición Hispano-Francesa, aunque estrenó una obra escrita expresamente para subrayar la importancia de las celebraciones que por entonces tenían lugar en nuestra ciudad, titulada La juerga del Centenario.

Finalmente hay que señalar que el estreno de La Corte del Faraón resultó ser todo un éxito y la compañía de María Guerrero, en 1913, cerró el ciclo de representaciones dramáticas en este coliseo veraniego. En las fiestas del Pilar de 1914 fue cuando se dieron las últimas representaciones.

Transcurridos 37 años de brillante historia artística, por el mes de octubre del año 1914, crujían las maderas del pavimento, agrietadas y carcomidas, se desconchaban las paredes y se veían atezados los cortinones. Fue derribado a finales de 1915, algunos de sus elementos decorativos fueron inmediatamente aprovechados para otras construcciones como los teatros de Tauste (Teatro Parisiana) y de Magallón, levantados entre 1915 y 1916 por el tramoyista Mariano Gimeno, utilizaron en su edificación materiales pertenecientes al Pignatelli, incluso el telón de boca fue tijereteado y adaptado para utilizarse en el teatro Petit Park de Zaragoza, inaugurado en 1916.

Teatro Pignatelli

 

El edificio fue dividido en dos partes: la que vendieron al Estado para casa (17 de noviembre de 1916) y la enajenada en 20 de julio de ese mismo año a don Antonio Mompeón Motos y que luego vendió a don Alfonso Ciria Sánchez y éste, a su vez, a la Compañía Telefónica Nacional de España, en marzo de 1926.

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